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HIJOS DE NYX: HIPNOS Y TÁNATOS, LAS KERES, MOIRAS, MOROS, ONIROS, ERIS, GERAS, NÉMESIS Y CARONTE.

 La sensatez nos dice que las cosas de la Tierra bien poco existen,

y que la verdadera realidad solo está en los sueños.

(Charles Baudelaire, Los paraísos artificiales, 1860)


HIPNOS Y TANATOS 

Según la mitología griega, Hipnos y Tánatos eran hermanos gemelos.

Tánato o Tánatos (en griego antiguo Θάνατος, thánatos, ‘muerte’) era la personificación de la muerte no violenta (incluso suave) y, por su parte, Hipno o Hipnos (en griego antiguo Ὕπνος, hýpnos, que significa literalmente ‘sueño’o ‘sopor’) era la personificación del sueño y considerado en la Ilíada (14: 231),hermano de Tánatos.

 Ambos eran hijos de Nix (la Noche), uno de los dioses primordiales, quien los concibió sin intervención masculina; aunque en tradiciones posteriores se menciona que Hipnos tenía por padre a Érebo (la Oscuridad), haciendo de Tánatos su hermanastro: «Parió la Noche al maldito Moros, a la negra Ker y a Tánato; la Noche parió también a Hipnos y engendró la tribu de los Sueños»

Hipnos es presentado como un dios de dominación, "señor de los dioses y de los hombres" (Ilíada, 14: 233), pues nadie puede resistirse al sueño, ni siquiera Zeus. Pero, aunque ambos son terribles dioses, Hipnos, a diferencia desu hermano, es dulce para los hombres, como afirma Hesíodo en su Teogonía(759-767):

Según parece, el culto a Hipnos en la Grecia antigua no fue tan frecuente como el dedicado a su hermano Tánatos, a pesar de algunas observaciones aisladas sobre sacrificios a las Musas y a Hipnos.

 Fue, más bien, una figura literaria y una metáfora del sueño como letargo espiritual que prefigura la muerte

Según Homero y Hesíodo ambos hermanos rivalizaban cada noche por ver quién se llevaría a cada hombre, mientras Hipnos imitaba a su hermano gemelo anulando las actividades de los hombres mediante un sueño que simulaba la muerte.

Hipnos habitaba, junto a Tánatos, en un palacio subterráneo cercano al de Nix.

Aunque, según otras fuentes (Odisea, 13: 80; Virgilio, Eneida, 6: 278),moraba en una cueva oscura, impenetrable a los rayos del Sol, tal vez en la isla de Lemnos, mientras el río Lete (el río del Olvido) deslizaba suavemente sus lánguidas aguas con un leve murmullo que invitaba a dormir. 

En el centro del palacio reposaba el dios sobre blandas plumas, en un lecho de ébano rodeado de cortinajes negros y apaciblemente sumido en toda clase de Sueños. La entrada estaba rodeada de amapolas y otras plantas hipnóticas y allí vigilaba Morfeo, ministro del Sueño, para impedir el más leve ruido que pudiera afectar a su descanso Morfeo es considerado en muchos textos como hijo de  Hipnos. 

Hipnos tiene su equivalente romano en el Somnus de Ovidio "adormecido por el poder soporífero de las amapolas que Nix ha puesto delante de su caverna y que le permiten engendrar a sus hijos, los sueños"

(Metamorfosis, 11: 585-630), 

La Ilíada (14: 276) relata la fábula mitológica en la que Hera promete a Hipnos que, si adormece a Zeus, le dará por esposa a Pasitea, las más joven de las Gracias. Hipnos accede, pero cuando Zeus despierta iracundo pretende arrojarlo del Olimpo y debe intervenir su madre Nix, demostrando el poder que ejercía sobre los dioses y los hombres. 

Hipnos casado con Pasitea, la más joven de las tres Gracias, tuvo mil hijos, los Oniros. Los tres Oniros más importantes fueron Morfeo, Iquelo y Fantaso.

En el arte, Hipnos es retratado como un hombre joven desnudo y con alas en los hombros o las sienes  También aparece en ocasiones con barba, parecido a su hermano Tánatos. A veces es representado como un hombre apaciblemente dormido en su lecho de plumas, acompañado de una serie deatributos: un cuerno del que caen gotas de líquido somnífero (opio), un tallo de amapola, una rama de la que gotea el rocío del río Lete o una antorcha invertida. 

Aunque desaparecido durante siglos de la iconografía, a finales del siglo XIX sus símbolos (especialmente el mundo de las flores, particularmente las adormideras y amapolas) y su representación se recuperan, bien que, puntualmente, como forma de expresión de la inquieta búsqueda sobre las fronteras del sueño y la consciencia. En esta línea algunos artistas plásticos, ligados a la sensibilidaddecadentista y simbolista, inician una búsqueda estética que tiene raíces espirituales y que pretende descubrir el «ojo interior», explorando percepciones que los sentidos no podían registrar y que no se podían verificar por otras fuentes.


Algunas de estas búsquedas recorren los límites de la consciencia, en un tiempo en el que ciertos sectores de la sociedad se fascinaban por la interpretación de los sueños, la hipnosis, el ocultismo, la videncia, la magia o los efectos alucinatorios de algunas drogas.

Quizá un punto de partida sea Charles Baudelaire (1821-1867), con su colección de poemas Las flores del mal

 TÁNATOS, el hijo de Nix y hermano de Hipnos.  Tánatos era la personificación de la muerte en la mitología griega. 

Los antiguos griegos creían que había tres niveles del inframundo: los campos de Asfódelo, los campos Elíseos y el Tártaro.


Después de la muerte, la mayoría de la gente sería enviada a los campos de Asphodel. 

El poderoso héroe Aquiles dijo: "Prefiero esclavizar en la tierra a otro hombre, un pobre granjero que se esfuerza por mantenerse con vida, que gobernar aquí sobre todos los muertos sin aliento". Por lo tanto, no es de extrañar que los antiguos griegos no vean a Tánatos, la personificación de la muerte, de manera favorable.

 Hades a menudo se confunde con el dios de los muertos. Si bien es cierto que Hades es representado como el gobernante y maestro del inframundo, tenía muy poco que ver con la muerte misma. Ese papel residía en Tánatos, cuyo nombre significa literalmente "muerte".


"Y la Noche dio a luz a la odiosa Doom y al negro Destino

Y la muerte, el sueño y la prole de los sueños".


Tánatos es solo uno de los muchos dioses que sirven bajo Hades. La muerte no era un tema muy querido en la sociedad griega, por lo que su nombre nunca fue pronunciado. Desafortunadamente, se había desarrollado una idea errónea sobre él. A pesar de que Tánatos era la encarnación del paso pacífico y no violento; muchos creían que era un dios despiadado.

De hecho, el personaje de Tánatos es descrito por el poeta griego Hesíodo en su Teogonía, dentro del siguiente pasaje:

"¿Hay hijos de la oscuridad?

La noche (Nyx) tiene sus moradas, el sueño (Hypnos)

Y la Muerte (Tánatos), dioses horribles. 

El sol resplandeciente nunca mira

Ellos con sus rayos, ni como él

Sube al cielo, ni como él

Desciende del cielo. 

El ex de ellos deambula pacíficamente

Sobre la tierra y el ancho del mar

Vuelve y es amable con los hombres; pero el

Otro tiene un corazón de hierro, y su

El espíritu dentro de él es despiadado como

Bronce: cualquiera de los hombres

Una vez se ha apoderado de él se mantiene firme: y

Es odioso incluso para los inmortales ".


 En realidad, no era Tánatos quien traía la muerte dolorosa y violenta, sino sus hermanas, las Keres,  espíritus primordiales de la matanza y la enfermedad, quienes han sido representadas como figuras  inquietantes y sedientas de sangre. 

 Tánatos a menudo se representa como un dios extremadamente hermoso, como Eros, el dios del amor. Se le muestra como un dios alado que sostiene una antorcha invertida en una mano y una mariposa o una corona de amapolas en la otra. A veces, a menudo se le representa sosteniendo una guadaña, que es como la Parca.

Una historia que personifica el miedo a la muerte representado en la mitología griega es la de Admetus y Alcestis. Un ex miembro de los Argonautas y un héroe, Admetus había demostrado su valía a través de una hazaña heroica, que lo ayudó a ganar la mano de la hermosa princesa Alcestis. La pareja vivió feliz y su reino prosperó. El rey Admeto fue muy amado por su pueblo y admirado por su familia.

 Un día, Admetus fue golpeado por una enfermedad y fue entonces cuando sintió el toque de Tánatos. Consumido por la debilidad, Admetus trató de recuperarse de su enfermedad, cuando las Moiras (damas del destino) le hicieron una visita para informarle que la muerte estaba a la vuelta de la esquina y que pronto estaría de camino al inframundo. Conmocionado y asustado, Admetus cayó de rodillas y le suplicó a Moirai que le permitiera vivir.

   LAS MOIRAS no se inmutaron por sus súplicas, por lo que Admetus le pidió ayuda a Apolo, el dios del Sol. Apolo intercedió en su nombre y las moiras  acordaron perdonar a Admetus si alguien estaba dispuesto a sacrificar su vida a cambio de su rey. Admeto, aliviado, preguntó a su pueblo si había alguien dispuesto a dar la vida por su rey.

Por miedo a la muerte y aferrado a la vida, ninguno de los suyos se ofreció como voluntario. Luego, Admetus se dirigió a sus padres ancianos, sin embargo, incluso ellos se mostraron reacios a renunciar a los años que les quedaban. Admetus había perdido toda esperanza cuando su esposa dio un paso al frente y ofreció su vida a cambio de la suya. Toda enfermedad fue transferida a su reina y mientras agonizaba, Admetus estaba consumido por el dolor. Los vítores de su gente lo alejaron del lado de su esposa solo para descubrir que el héroe Hércules había llegado a su corte. Como dictaba la costumbre griega, recibió a su invitado con calidez y afecto, dándole un lugar para quedarse dentro del palacio. Hércules vio que su anfitrión, aunque amable, estaba preocupado. Cuando le preguntó a Admetus qué pasaba, Admetus le contó al héroe todo lo que había sucedido. Fue entonces cuando Hércules prometió ayudar a Admetus enfrentándose a la muerte. Llegó la noche y Hércules se sentó junto a la cama de la reina esperando la llegada de Tánatos. Finalmente, vio al dios de la muerte emerger de las sombras y se paró para bloquear su camino. Cuando Tánatos le dijo al semidiós que se hiciera a un lado, Hércules se negó. En cambio, los dos acordaron que solo si Tánatos podía derrotar a Hércules, se le permitiría tomar el alma de la reina. Aunque Tánatos era fuerte, mientras los dos luchaban, quedó claro que no era rival para Hércules, que salió victorioso. Cuando Tánatos se retiró, la reina recuperó rápidamente su fuerza y ​​Admetus elogió a Hércules por su heroica hazaña. El mito deja en claro que, aunque Tánatos era el dios de la muerte pacífica, los griegos todavía no le dieron la bienvenida


La historia de Sísifo es la historia del rey de Corinto, que era conocido por su astucia y engaño. Habiendo presenciado el secuestro de una ninfa a manos de Zeus, Sísifo aprovechó la oportunidad para conseguir agua fresca para su pueblo al revelar lo que le había sucedido al padre de la ninfa. Enfurecido por el engaño de Sísifo, como castigo, Zeus ordenó a Tánatos que recogiera el alma del rey y lo encadenara en el inframundo. Tánatos obedeció y entregó el alma de Sísifo al inframundo. Una vez allí, Sísifo le pidió a Tánatos que demostrara cómo funcionarían las cadenas. Tánatos fue lo suficientemente misericordioso como para conceder la solicitud final del rey. Sin embargo, Sísifo tenía otras ideas. Atrapó a Tánatos en las cadenas y regresó al mundo de los vivos. Sin Tánatos para llevar las almas de los muertos al inframundo, la gente dejó de morir. Los guerreros seguirían luchando sin importar cuán grave fuera su lesión. Ares, el dios de la guerra, se cansó del hecho de que no hubo muertes en la guerra y, enojado, se dirigió al inframundo. Al liberar a Tánatos de sus cadenas, desató la muerte sobre el mundo una vez más.  Sísifo fue condenado a empujar una piedra enorme hasta la cima de una montaña y justo cuando estaba en la cima la piedra volvía a caer y debía empujarla de nuevo.

Si bien Tánatos pudo haber sido el dios de los muertos, cuyo deber principal era entregar las almas de los muertos al reino de Hades, hubo casos en los que tuvo que asumir otros deberes por orden de Zeus, rey de los dioses. Uno de esos incidentes tiene lugar durante la Guerra de Troya, donde Sarpedón, un semidiós e hijo de Zeus, era defensor de la ciudad de Troya. Se había profetizado que Sarpedon encontraría la muerte a manos de Patroclo. Zeus quiso intervenir para evitar la muerte de su hijo, pero fue detenido cuando los otros dioses le contaron cómo sus hijos estaban peleando y muriendo en la guerra también.

El hecho está registrado en La Ilíada de Homero, Libro núm. XVI, cuando Sarpedon se enfrentó a Patroclo en un combate cuerpo a cuerpo del que resultó la muerte de Sarpedon. Con su desaparición estalló una batalla por su cuerpo. Glaucus, primo de Sarpedon, luchó entre las filas de las fuerzas aqueas para recuperar el cuerpo. Al ver la confusión resultante, los dioses decidieron intervenir Apolo rescató el cuerpo, lo lavó, lo ungió con ambrosía y luego se lo entregó a los gemelos, Hypnos y Tánatos (los dioses del sueño y la muerte). Se les había encomendado el deber de devolver el cuerpo a Lycia, donde el héroe recibiría un entierro adecuado. El evento está ilustrado en el famoso jarrón Euphronius, que ahora se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de la ciudad de Nueva York.

Todo el evento está registrado dentro de La Ilíada, en la que Homero escribió:


" (Apollon) lo entregó (al Sarpedon muerto) a la carga de rápidos mensajeros para que lo llevaran, de Hypnos (Sueño) y Tánatos (Muerte), que son hermanos gemelos, y estos dos lo acostaron en la rica campiña de Broad Lykia"

LAS KERES 


La muerte violenta era el dominio de sus hermanas las Keres, o las fatalidades, amantes de la sangre y asiduas del campo de batalla Hesíodo, Teogonía, versos 211-213.

"Allí tienen su casa los hijos de la oscura Noche, Hipnos y Tánato, terribles dioses;nunca el radiante Helios les alumbra con sus rayos al subir al cielo ni al bajar del cielo. Uno de ellos recorre tranquilamente la tierra y los anchos lomos del mar y es dulce para los hombres; el otro, en cambio, tiene de hierro el corazón y un alma implacablede bronce alberga en su pecho. Retiene al hombre que coge antes, y es odioso incluso para los inmortales dioses

 Según Hesíodo, las Keres eran hijas de Nix y, como tales, hermanas del Destino (las Moiras), la Condenación (Moros), la Muerte y el Sueño (Tánatos e Hipnos), la Discordia (Eris), la Vejez (Geras), la Venganza (Némesis), Caronte y otras personificaciones. 

Algunos también han dicho que las Keres eran hijas de Érebo y Nix.

Eran descritas como seres oscuros, con dientes y garras rechinantes, sedientas de sangre humana. Sobrevolaban el campo de batalla buscando hombres moribundos o heridos. Una descripción de las Keres se encuentra en el Escudo de Heracles (248-57):

"Las negras Fatalidades rechinando sus dientes blancos, ojos severos, fieras, sangrientas, aterradoramente se enfrentaron a los hombres agonizantes, pues estaban deseosas de beber su sangre oscura. Tan pronto como agarraban a un hombre que había caído o acababa de ser herido, una de ellas apretaba sus grandes garras en torno a él y su alma bajaba al Hades, al frío Tártaro. Y cuando había satisfecho sus corazones con sangre humana, arrojaban a ése tras ellas y se apresuraban de vuelta a la batalla y el tumulto".

El término Keres también se ha usado para describir el destino de una persona. Un ejemplo de esto puede hallarse en la Ilíada cuando Aquiles tiene que hacer la elección (o Keres) entre una larga y anónima vida en su hogar o la muerte en Troya y la gloria eterna. También, cuando Aquiles y Héctor van a enfrentarse en una pelea a muerte, Zeus pesa las keres de ambos guerreros para determinar quién morirá. Como la ker de Héctor se consideró más pesada, se le destinó a morir.

Durante el festival conocido como Antesteria, las Keres eran ahuyentadas

Sus equivalentes romanas eran Letum (‘muerte’) o las Tenebrae (‘sombras’).

LAS MOIRAS  eran, incluso más que el mismísimo Hades,  quienes controlaban la vida y la muerte. Y es que si bien Hades era el amo del inframundo, el dueño de lo que ocurría después de la muerte, eran las Moiras quienes resguardaban el hilo de la vida de cada hombre y, por lo tanto, el destino de cada quien. Según la mitología de los helenos, el trabajo de estas divinidades era, en esencia, controlar la vida de todo hombre desde el momento de su nacimiento hasta su muerte, y muchas veces incluso después de la muerte. 

En el momento del nacimiento, eran ellas quienes tejían el fino hilo que marcaba nuestra existencia, y eran ellas también quienes, al momento de nuestra muerte, lo cortaban irremediablemente. Por esto mismo hubo quienes les atribuyeron poderes más grandes que los de Zeus y los de cualquier otro dios del olimpo, pues estos entes eran capaces de controlar el flujo mismo de la vida, el destino de cada quien, y, por lo tanto, sus poderes iban más allá incluso que el de los dioses inmortales. Pero, ¿cuál es el origen del mito de las Moiras? Y, ¿qué se esconde detrás de ellas? ¿Diosas del destino o las obreras de la muerte, qué son las Moiras? Acompáñanos a conocer más a fondo a estas divinidades.

Según su primera aparición, estas controladoras del hilo de la vida no eran tres, sino una, o al menos Homero se refiere a una sola en una de sus obras fundamentales, la Ilíada. Sin embargo, ya para su segunda obra, la Odisea, Homero aclaró que se trataba de tres seres, lo que coincide con lo encontrado en obras posteriores de otros autores. Sin embargo, el origen de las Moiras no queda completamente claro dentro de la mitología griega.

De hecho, para algunos autores estas divinidades que controlan nuestro destino son hijas de Zeus y de la diosa Temis. Sin embargo, otros autores concluyen que se trata de las hijas de la Noche, y quienes defienden esto señalan que los poderes y atributos de las Moiras están por encima del poder de los dioses, y que por lo tanto no podrían ser hijas de dioses sino de titanes, como la Noche, y que estas en sí mismas serían titanes y, por lo tanto, capaces de ir más allá del poder de los mortales e, incluso, de los inmortales. Ahora bien, para seguir ahondando en el tema de qué son las Moiras, tenemos que averiguar también qué define a las diosas del destino.

 Las Moiras son inflexibles, nada puede hacerles cambiar de opinión, representan una ley y es imposible alterar esa premisa inmutable del universo, de ahí por ejemplo que ningún Dios pudiera salvar la vida de un héroe si había llegado realmente su momento. Estos personajes eran conocidos en Roma como las Parcas, teniendo en esencia las mismas características y capacidades semejantes: tejían el hilo de la vida y traían la muerte a las personas. Eran tres hermanas: una simbolizaba el nacimiento, otra, el matrimonio, y la tercera la muerte.

 De hecho, la idea de que eran más poderosas que los dioses se encuentra bien fundamentada, pues en la Odisea varios dioses intentan interceder para cambiar el destino de los hombres, salvándolos de la muerte, y son estas criaturas quienes frustran los planes de los dioses pues, según ellas, el destino de los hombres que intentaban salvar debía concretarse, y esos destinos eran andar, irremediablemente, hacia la muerte. Diosas o titanes, lo cierto es que las Moiras eran fundamentales dentro de la mitología griega, pues el destino, siempre marcado por un hado sagrado y pintado con tragedia, era una idea fundamental para los griegos.

Eran tres Moiras y estas, al momento del nacimiento, se situaban alrededor del recién nacido y empezaban a extraer ese hilo vital para tejer su presente y su futuro, el designo que iba a quedar prendido de por vida en ese nuevo ser recién llegado al mundo. Las Moiras tenían nombre y cada una disponía de una función en particular, dentro de esta importante tarea dentro del panteón griego: 

Cloto, Láquesis y Átropos.

Cloto, era la hilandera, y era esta la que se encargaba de extraer la hebra de la vida de las criaturas recién llegadas al mundo. 

La función de Láquesis, por otro lado, era la de aportar la suerte, ya que esta oscura y enjuta dama tenía una vara con la cual medía la longitud del hilo de la vida de cada quien, predestinando con su vara cómo sería la vida que aquellos individuos. 

En último lugar, Átropos era la más inexorable e inevitable de todas, pues era ella quien hacía girar la rueca de la vida y cortarlo cuando fuera el momento. Era esta última, precisamente, quien sellaba nuestra muerte cuando llegaba el momento, y ni siquiera los dioses podían impedir que esta hiciera su trabajo.

El designio de las Moiras era inapelable, inexpugnable, definitivo. Nadie, absolutamente nadie, podía escapar de su destino, y como muestra de ello los griegos erigieron unas cuantas obras trágicas, como es el caso del mito de Edipo Rey, o el de Antígona.

El mismo Zeus, el dios más fuerte e imponente de todo el Olimpo, estaba sujeto a los designios de las Moiras, incluso cuando este fuera un ser inmortal, lo cual, por supuesto, se traducía en una relación conflictiva. Un dios todopoderoso o, cuando menos, muy poderoso, enfrentado a unas deidades que superaban su voluntad y poder.  En efecto, incluso el propio Zeus estaba sujeto a sus designios, las honraba y las respetaba porque eran hijas de figuras primordiales como la Noche y la Necesidad.

Si seguimos los textos de Heródoto y Platón, podríamos concluir que Zeus era quien tenía la última palabra en muchos aspectos del destino de los hombres. Sin embargo, basta con conocer el poder y las funciones de las Moiras para darse cuenta de que esto no era tan así, pues incluso el dios más fuerte del Olimpo no podía tomar la última palabra frente a quién vive y quien muere, sino que este termina siendo más bien una de las herramientas que el destino, que son las Moiras, usa para lograr sus inquebrantables cometidos. De hecho, frente a ellas Zeus solo podía honrar, recompensar y castigar, pero no tenía conocimiento del destino ni sabía cómo iban a ser sus finales. No controlaba el nacimiento ni la muerte. Esta competencia era exclusiva de las Moiras.

MOROS Moro o Moros era la personificación masculina del destino, la suerte y de la condenación inminente,  hijo de Nix y Érebo. Como su madre, Moros era invisible y oscuro. Era uno de los llamados dioses oscuros junto con sus hermanos Tánatos, las Keres, Hipnos y los Oniros.

Todos los demás dioses, includos los Olímpicos, estaban sometidos a Moros y sus hermanas las Moiras. Sus leyes estaban escritas en un lugar al que los dioses podían acudir a consultarlas. Las grandes tragedias griegas se inspiran en los designios de este dios.

Prometeo salvó a la humanidad de la miseria al quitar la previsión de su propia fatalidad (Moros) y reemplazarla con falsa esperanza (Elpis).

Zeus mata a su primera mujer Metis, ya que Moros, a través de Gea profetizó a Zeus que daría a luz una hija y después un hijo que estaría destinado a gobernar el mundo. Por esto Zeus la devoró cuando estaba embarazada de Atenea, y más tarde él mismo dio a luz a la hija de ambos, Atenea.

La nereida Tetis - no confndir con la titánide- fue deseada por múltiples dioses, pero el destino dijo que el hijo de esta diosa será más grande que el padre, ante ello los dioses desisten de ser amantes de la ninfa de las aguas y la casan con un mortal (Peleo), de quien nacerá uno de los más grandes héroes griegos, Aquiles.

LOS ONIROS (en griego Ὄνειροι Oneiroi, ‘sueños’) eran las mil personificaciones de los sueños.


Hesíodo los considera hijos de Nix (la Noche) sin intervención masculina, si bien ciertos autores consideran a Érebo (la Oscuridad) su padre. Eurípides los consideraba hijos de Gea (la Tierra) y los concebía como demonios de alas negras. Ovidio, quien los considera hijos de Hipnos (el Sueño), menciona a tres por sus nombres: Morfeo (el más célebre y considerados por algunos su jefe), Fobétor (o Iquelo) y Fantaso:

Mas el padre, del pueblo de sus mil hijos, despierta al artífice y simulador de figuras, a Morfeo: no que él ninguno otro más diestramente reproduce el caminar y el porte y el sonido del hablar. Añade además los vestidos y las más usuales palabras de cada cual. Pero él solos a hombres imita. Mas otro se hace fiera, se hace pájaro, se hace, de largo cuerpo, serpiente: a él Ícelo los altísimos, el mortal vulgo Fobétor le nombra. Hay también de diversa arte un tercero, Fántaso. Él a la tierra, a una roca, a una ola, a un madero y a cuanto vacío está todo de ánima, falazmente se pasa. A los reyes él y a los generales su rostro mostrar de noche suele, otros los pueblos y la plebe recorren. Prescinde de ellos su señor y de todos los hermanos solo a Morfeo, quien lleve a cabo de la Taumántide lo revelado, el Sueño elige, y de nuevo en una blanda languidez relajado depuso la cabeza y en el cobertor profundo la resguarda.

Según Homero los Oniros vivían en las oscuras playas del extremo occidental del Océano,​ en una caverna del Érebo. Los dioses les enviaban sueños a los mortales desde una de las dos puertas allí situadas: los sueños auténticos surgían de una puerta hecha de cuerno, mientras que los sueños falsos se abrían paso desde una puerta hecha de marfil.

A Morfeo se le conoce como el Dios del sueño, él es responsable de sumergirnos en la más profunda narcosis nocturna. Sin embargo, es también quien “arma” las escenas de lo que soñamos y por el cual muchas veces despertamos aterrados.

Algunas veces, dichos sueños parecen reales o premonitorios, sin embargo, todo esto tiene una explicación y se remonta en la mitología griega.

Según la leyenda griega su verdadero nombre es Morpheus, hijo de Nyx o de Hipnos, el dios del sueño. A este dios se le encomendó como misión crear sueños para aquellos que dormían y que los personajes de los mismos tuvieran forma humana. Era un poder único, el de entrar en los sueños de los mortales para entregar mensajes de los dioses.

Se dice que Morfeo podría tomar la forma de un ser humano cuando él estaba entregando mensajes de sueño, su verdadera forma era una figura demoníaca con alas negras enormes que le permitirían pasar rápidamente a través del mundo de los sueños. Morfeo fue elegido como mensajero porque él era el que mejor se disfrazaba como un ser humano.

Morfeo tenía la increíble habilidad de recorrer el mundo una y otra vez con sus alas fabricando fantasías para los humanos. Si alguien presentaba problemas para dejarse mecer en sus brazos, él sabía seducirlos y llevarlos consigo al mundo onírico. Y si hacía falta, podía adquirir la apariencia de algún familiar del insomne.

Mientras tanto, sus hermanos Fobetor y Fantaso, encargado uno de la aparición de animales y otro de los objetos que aparecían también en sueños, le ayudaban. Con el tiempo, el poderío que fueron tomando estos dioses se iba convirtiendo en algo negativo para los humanos y en vez de hacer que los mortales tengan buenas noches, hacían todo lo contrario entre burlas y gritos que terminaría en pesadillas


ERIS
 es la diosa griega y la personificación de la discordia y el conflicto. Es una figura impopular en la mitología griega debido a su comportamiento problemático y su capacidad para provocar problemas donde sea que va. Eris es más famosa por su manzana de la discordia, que desempeñó un papel clave en la causa de la Guerra de Troya

En la Ilíada, Homero (c. 750 a.C.) la menciona como hermana de Ares, lo que la convierte en hija de Zeus y Hera. Sin embargo, según la mayoría de las fuentes, incluida la Teogonía de Hesíodo (c. 700 a.C.), Eris era la última hija de Nyx (la personificación de la noche). Eris dio a luz a muchos hijos suyos, que representaban todo lo oscuro y dañino que podía surgir de la discordia y el conflicto:

Por su parte la maldita Eris parió a la dolorosa Fatiga, al Olvido, al Hambre y los Dolores que causan llanto, a los Combates, Guerras, Matanzas, Masacres, Odios, Mentiras, Discursos, Ambigüedades, y al Juramento, el que más dolores proporciona a los hombres de la tierra siempre que alguno perjura voluntariamente.

(Hesíodo, Teogonía, 225-230)

Eris es representada como una figura mezquina y problemática. Muchos de sus compañeros dioses y diosas la evitan. El único dios que la tolera es su hermano Ares, que a menudo va a la batalla con ella y se alegra de los horrores de la guerra. En la Ilíada, Homero menciona que a menudo recorre la tierra, sembrando el odio contra los ejércitos troyanos y griegos. A diferencia de Ares, que se terminó poniendo del lado de los troyanos, Eris nunca tomó partido durante la Guerra de Troya. En el libro 11, Zeus envió a Eris al barco de Odiseo, donde gritó con su terrible y gran voz, elevando el espíritu de lucha en el corazón de cada soldado griego e impidiendo efectivamente que volvieran a navegar a casa. En un momento de la Ilíada, Eris es la única de las divinidades que se queda en el campo de batalla para contemplar la contienda, exaltada con el derramamiento de sangre como pez en el agua.

Hesíodo presenta una Eris alternativa en su obra Trabajos y Días, que se cree que fue escrita después de su Teogonía. En Trabajos y Días, Hesíodo sugiere que hay dos Eris; la más joven y secundaria es terrible con los humanos y les causa problemas, mientras que la Eris principal es mayor y una fuerza del bien, inculca un sentido de competencia en la humanidad en lugar de lucha.

Bien se ve que no hay solo una clase de lucha: en el mundo son dos: una, aplausos tendrá del varón que la advierta, censuras la otra; respiran aliento contrario. La una acrecienta la guerra y discordia dañina, ¡cruel!, no hay mortal que la quiera, sino que, forzados por ley de los dioses, dan honra a Discordia insufrible. A la otra, engendróla, primero, la Noche sombría, y el Cronida, señor de la altura que mora en el cielo, la asentó en las raíces del mundo, útilísima al hombre. Ella incluso despierta al trabajo al de brazo remiso.

(Hesíodo, Trabajos y Días, 120-130)

El autor y geógrafo griego Pausanias (c. 115 - c. 180 d.C.) escribió que vio un cofre bellamente decorado que mostraba a una fea Eris de pie entre dos guerreros. También se la representa alternativamente como una figura femenina alada.

El mito más famoso que involucra a Eris es el Juicio de Paris, que es el inicio de la Guerra de Troya. El relato comienza con la boda de Peleo, el héroe griego y rey de Partia, y Tetis, una ninfa del mar, en el monte Pelión. Entre los invitados a la boda se encontraban los olímpicos, que regalaron a la pareja una armadura de oro y los caballos inmortales Balio y Janto. Una ausencia notable fue la de Eris, que a menudo era excluida de los eventos debido a su carácter problemático. Enfadada por haber sido excluida, Eris decidió provocar un conflicto entre los olímpicos.

Mientras Atenea, Hera y Afrodita charlaban tomadas del brazo, Eris hizo rodar su manzana de la discordia hacia sus pies. La manzana llevaba las palabras "a la más bella". Sin saber a quién iba dirigida la manzana, las tres diosas la reclamaron y empezaron a hacer una escena. Zeus actuó rápidamente como mediador y ordenó a las diosas que se presentaran ante Paris, un príncipe de Troya.

Paris se despertó de una siesta y encontró al dios Hermes de pie ante él. Hermes presentó a Atenea, Hera y Afrodita ante Paris y le pidió que eligiera qué diosa era la más bella. Cada diosa ofreció a Paris un regalo a cambio de su voto. Hera le ofreció el dominio del mundo, Atenea le ofreció la gloria de la guerra y Afrodita le prometió a Paris la mujer más bella del mundo (Helena de Esparta). Al no poder resistirse a la oferta de Afrodita, Paris la eligió como la diosa más bella. Así comenzó su persecución de la ya casada Helena de Esparta y el inicio de la Guerra de Troya.

Eris también aparece en el mito del artista Polytechnos y su esposa, Aëdon. Como se menciona en la Ornitogonía del gramático griego Boios, Politecos y Aëdon vivían una vida próspera con su hijo, Itys. Sin embargo, un día comenzaron a presumir tontamente de que su amor era mayor que el de Zeus y Hera. Una furiosa Hera envió a Eris como castigo. Eris hizo lo que mejor sabía hacer y generó conflicto y competencia entre la pareja. Esto ocasionó una tragedia, ya que Aëdon mató a su hijo, Itys, y se lo dio de comer a su marido. Al descubrir lo que había comido, Polytechnos persiguió a Aëdon pero fue capturado en el proceso, cubierto de miel y arrojado a un prado. Aëdon sintió compasión por su marido y fue a rescatarlo. Sin embargo, su familia se volvió contra ella e intentó matarla antes de que Zeus interviniera y convirtiera a toda la familia en diferentes pájaros para evitar más tragedias.

Otra boda en la que se vio involucrada la entrometida Eris fue la de Pirítoo, rey de los lápitas, e Hipodamía. Una vez más, todos los olímpicos fueron invitados, excepto Eris, ya que todos recordaban los problemas que había provocado en la boda de Peleo y Tetis. Sin duda, Eris encontró la manera de dejar su huella. Los centauros, no acostumbrados a la fuerza del vino, bebieron hasta la saciedad, y en cuanto la novia entró en la caverna, el centauro Eurión se abalanzó sobre ella y la arrastró. Pirítoo corrió en auxilio de Hipodamía, le cortó la nariz y las orejas a Euritión y lo arrojó fuera de la caverna. Esto inició una lucha entre los lápitas y los centauros y fue el comienzo de una larga disputa, ideada por Eris y Ares.

Eris aparece en un mito que involucra a Atreo, rey de Micenas y padre de Agamenón y Menelao. Atreo reclamaba el trono de Micenas por derecho de primogenitura y como propietario del cordero con vellocino de oro, que había sido creado por Pan, el amigo de Hermes. Atreo sacrificó el cordero a Artemisla, tal y como se había predicho. Sin embargo, su gobierno fue desafiado por su hermano gemelo, Tiestes, que impugnó la propiedad del cordero y reclamó el trono de Micenas. Zeus favoreció a Atreo y pidió a Hermes que interviniera. Hermes se dirigió a Atreo y le dijo que le preguntara a Tieste si renunciaba a la corona si el sol se movía hacia atrás en la esfera. Tiestes aceptó, y Zeus consiguió la ayuda de Eris para invertir las leyes de la naturaleza, y Atreo fue restaurado en el trono, desterrando a su hermano de Micenas.



GERAS 
era el dios griego del envejecimiento y tenía los mismos padres, Erebus y Nyx. Hizo su hogar en el Inframundo, pasando el tiempo con otros dioses y diosas menores como Lúcto o Pena, y Metus (Miedo). El dramaturgo griego, Aristófanes, le da un hogar en el Monte Olimpo con los otros dioses y diosas. Geras era conocido por los romanos como Senectus. 

 Al igual que los griegos, su cuerpo encogido y frágil simbolizaba no sólo la vejez, sino también el miedo humano al envejecimiento doloroso y a la muerte. Los romanos también lo pintaron como un frágil anciano apoyado en un bastón. 

Se ve más a menudo en las pinturas de los jarrones griegos junto con el famoso héroe Hércules. Él es típicamente representado en las obras de arte griegas como un anciano que lleva una toga y se apoya en un bastón. Extiende una mano y mira a Hércules como si le pidiera ayuda. Lamentablemente, la historia detrás de estas escenas se ha perdido en el tiempo.


NÉMESIS
, hija de Nix (diosa de la noche), es la Diosa griega que escenifica la Venganza Divina, es conocida también como la diosa de la Justicia Retributiva. La Diosa se encarga de castigar a quienes caen en la desmesura. Los griegos creían en el equilibrio del mundo, y por ello todo lo que sobresalía de su condición, tanto en bien como en mal, está rompiendo el equilibrio y por lo tanto se expone a la represalia de los dioses por poner en peligro el equilibrio universal.

Némesis intervino en muchas historias, con el objetivo de mantener el apreciado equilibrio. En el caso de Creso, un hombre demasiado feliz y demasiado rico, Némesis le condujo a una peligrosa expedición en la que debía vencer a Ciro, tras la aventura Creso termina en la ruina y su felicidad desaparece. Del mismo modo Némesis, intervino con los persas, éstos dieron por cierta su victoria sobre Atenas. Esta desmesurada opinión fue objeto de la represalia de la diosa, de este modo los persas nunca lograron conquistar Atenas. Los atenienses hicieron una estatua de Némesis, que les motivo para obtener una contundente victoria.

La diosa recibía votos y juramentos secretos de amor y vengaba a los amantes infelices o desgraciados por el perjurio de la persona amada.

Némesis era muy hermosa diosa y cautivó a Zeus. Pero ella no correspondía el amor de Zeus. Intentando huir de los intentos de Zeus por conquistarla, cambio de forma mil veces, hasta que al final se convirtió en una oca. En ese momento, Zeus se convirtió en cisne y engaña a la diosa.

Fruto de esta unión, Némesis transformada en oca puso un huevo. El huevo fue recogido por unos pastores que lo entregaron a Leda. Del huevo nacieron los Dioscuros (Castor y Polux) dos gemelos, y la bella Helena, quien sería la causante de la terrible guerra de Troya. Los tres fueron conocidos como hijos de Leda y Zeus, Polux y Helena mortales y Castor inmortal. Se cree que el papel de éstos para desencadenar la guerra de Troya y el que dos de ellos fuesen mortales, fue la venganza divina de Némesis, por la desmesura de Zeus.



CARONTE 
es el barquero que lleva las almas de los muertos al Hades, donde serán juzgadas para decidir su lugar de descanso. Los griegos creían que los muertos necesitaban una moneda para pagar a Caronte por sus servicios, así que les ponían una en la boca a los difuntos.
 Caronte fue un tema popular en las escenas de la cerámica de los siglos V y IV a.C., especialmente los lécitos que se usaban para almacenar los aceites y perfumes que se solían enterrar con los difuntos. Charu era una figura similar de la mitología etrusca, aunque en esta suele portar un martillo. Caronte siguió apareciendo en la mitología romana, y volvió a resurgir, junto con otras ideas clásicas, durante el Renacimiento (1400-1600). La luna más grande del planeta enano Plutón recibe el nombre de Caronte.

El griego Caronte como barquero de los muertos es una idea que puede que estuviera influida por las mitologías de Mesopotamia y Egipto, en las que también hay ríos en el Inframundo que dificultan el progreso del alma. En la mitología griega, Caronte es hijo de Érebo, la oscuridad, y Nix, la noche. Puede que en un principio su nombre significara "brillo intenso".

Caronte era el responsable de transportar las almas de los muertos al otro lado de o bien un río (el más nombrado es el Aqueronte y, según fuentes posteriores, el Estigia, que era un río venenoso) o un lago, normalmente conocidos como Aquerusia. El destino era el Hades, que era el inframundo griego, así como el nombre del dios que lo gobernaba, o, más precisamente, la parte interior de este reino. A menudo Caronte iba acompañado del dios mensajero, Hermes, quien se creía que actuaba como un guía para los difuntos en el Hades. Hermes acompaña al alma hasta Caronte que acto seguido se adentra con ella en el inframundo para que esta sea juzgada.


El Hades se describe en la mitología griega como un lugar frío, oscuro, húmedo y despojado de alegría, el lugar en el que acababa todo el mundo hasta el siglo V a.C., cuando los escritores crearon un destino alternativo para las almas buenas. De esta manera, las almas buenas salían del Hades e iban a los Campos Elíseos, donde se olvidaban de todas sus preocupaciones, mientras que las almas malas iban a parar al Tártaro, en las profundidades del Hades. Las almas que habían ofendido a los dioses sufrían un destino aún peor y recibían castigos eternos y retorcidos, como Sísifo, que fue castigado a empujar una roca cuesta arriba por toda la eternidad.


Según muchas historias griegas, Caronte ayuda a los héroes que descienden al Hades con propósitos varios, tales como Odiseo, Orfeo y Psique. 


Hércules recurrió a los servicios de Caronte cuando, para su último trabajo, el más difícil, tuvo que bajar a llevarse al perro de tres cabezas, Cerbero (o Kerberos). Este aterrador perro, hijo de Tifón y Equidna, la madre de todos los monsturos, se aseguraba de que nadie salía del Hades o cruzaba las aguas sin Caronte o Hermes a su lado. Hades castigó a Caronte por dejar que Hércules, todavía vivo, cruzara al reino de los muertos. El barquero acabó encadenado un año, lo que debió causar una larga cola de almas a la espera en las orillas del Aqueronte.

Para asegurarse de que Caronte se molestaba realmente en llevar las almas al Hades, los griegos enterraban a los muertos con una moneda pequeña en la boca, ya que creían que ese dinero sería útil para pagar al barquero. La moneda normalmente era un óbolo, y se ponía debajo de la lengua. Las almas que llegaban sin la moneda tenían que esperar 100 años en la orilla antes de que Caronte aceptara llevarlos al otro lado gratuitamente. Otra cosa que también se consideraba esencial para permitir que el alma llegara a la barca de Caronte era el enterramiento adecuado. En periodos posteriores, la tradición del dinero cambió, y se pasó a poner una moneda sobre cada ojo del difunto antes de enterrarlo.

En otras versiones de los mitos, Caronte no es un barquero, sino la propia muerte. Los etruscos del centro de Italia (siglos VIII a III a.C.) tenían una figura muy similar a esta versión, aunque con algunas diferencias. El Charu etrusco, o Charun, también era el barquero de los muertos, pero, en el arte etrusco, lleva un martillo y una antorcha, y suele tener una nariz aguileña. Puede que el martillo fuera para romper la puerta de la tumba (una idea respaldada por la proximidad de las representaciones de Charu a la entrada) o para romper las puertas de Hades y permitir entrar al alma. Parece que los etruscos veían a Charu como una especie de demonio de la muerte terrible, ya que en el arte a menudo aparece con una cara fea, orejas de animal y alas. El Charu etrusco era uno de varios demonios que tenían el mismo papel, y puede que el propio Charu tuviera varios aspectos.

Caronte aparece por primera vez en la literatura griega en el poema épico Minyas , que puede que date del siglo VI a.C. Aparece en varias obras teatrales griegas, principalmente en Ranas, de 405 a.C., una comedia griega de Aristófanes (en torno a 460 - 380 a.C.), en la que Dionisos visita el Hades para juzgar una competición de poesía. Esta figura siguió siendo popular en el periodo romano y aparece, por ejemplo, en el Libro VI de la Eneida de Virgilio (70-19 a.C.) y el los diálogos de Luciano (en torno a 125-180 a.C.). Virgilio describe a Caronte diciendo que tiene ojos llameantes, y esta descripción demostró ser popular entre los escritores y artistas posteriores.

Las representaciones visuales más antiguas de Caronte aparecen en la cerámica de figuras negras griega que se remonta a 500 a.C. La figura de Caronte siguió siendo popular en muchos tipos de cerámica griega, especialmente en vasijas enterradas en tumbas como los lécitos (en singular lécito, lekythos). Los lécitos eran vasijas altas de una sola asa que se usaban para almacenar aceites finos o perfumes, y Caronte es un personaje común en ellas desde el 470 a.C. en adelante. Un gran ejemplo de esto último con el típico fondo blanco de la escena se remonta a alrededor de 450 a.C. y hoy en día se encuentra en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York. Hecha en Ática, esta vasija muestra a Caronte con una túnica burda echada sobre un hombro, de pie en la proa de su barca, vara en mano. Junto a él se encuentra Hermes con su vara de heraldo o kerykeion.


Caronte lleva a menudo un sombrero sin ala, como el de un trabajador, pero a veces también aparece con pelo blanco; a menudo impulsa la barca con una vara larga o un remo. Puede que se lo represente como un hombre viejo o uno joven con barba. El barco suele tener un ojo pintado en la proa, que se creía que protegía de los malos espíritus. A parte de la cerámica, Caronte aparece en una famosa serie de pinturas murales en el Salón de los Cnidios en Delfos, de Polignoto, el artista del siglo V a.C. En el arte etrusco, Caronte/Charu/Charun aparece a menudo en murales en las tumbas, en urnas funerarias y en sarcófagos.


Caronte siguió siendo una figura importante en el imaginario medieval y aparece en muchas obras del arte renacentista y la literatura medieval. Caronte aparece en la sección Inferno de la Divina Comedia (c. 1319) escrita por Dante Alighieri (1265-1321). Más recientemente, Caronte es el origen de la figura Charontas del folklore griego, una especie de ángel de la muerte que se cree que aparece justo antes de que alguien muera. 



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